martes, 18 de octubre de 2011

Neurosis colectiva: El pogrom de 1919




La introducción del sufragio universal en 1912 y, cuatro años más tarde, el triunfo de Hipólito Yrigoyen en las elecciones presidenciales marcan el ingreso en la vida política del país de los sectores medios y populares. Sin embargo,  la configuración del poder en la Argentina no se modificaría y el periodo radical estuvo signado por la conflictividad social. La oligarquía vio como la clase media comenzó a ocupar espacios en cuanto a lo político, lo cultural y lo social, antes reservados para sí. La movilidad social ascendente posibilitó que buena parte de esa clase media estuviera conformada por hijos de inmigrantes, transformándose en los sujetos aglutinantes de la cultura de mezcla. La ruptura del orden de la ciudad liberal tensionó la relación con el gobierno, y  amenazada por la “invasión” la oligarquía cerró filas y empezó a pensar en “la espada” como purificación.
El periodo radical se caracterizó al mismo tiempo por su escaso reformismo en lo social. El crecimiento económico ligado al modelo agroexportador estimuló el crecimiento de un mercado interno y el desahogo de la clase media. El alto índice de ocupación fue acompañado por niveles críticos de explotación y baja del salario. La creciente sindicalización de los sectores obreros y las huelgas tensionaron la relación con el gobierno llegando a escaladas violentas como la Semana Trágica de enero de 1919.
La complejidad del conflicto social de la época no termina de entenderse si no se presta atención al componente xenófobo. Si hasta el Centenario los prejuicios hacia el extranjero fueron de carácter estético o cultural, a partir de allí, el rencor pasó a ser social, y por ende político. Como bien sintetiza David Viñas, patologización, criminalización y punición.[1] Las xenofobia se yuxtapuso al conflicto de clase, y este fue humus fértil para que germine la reacción “nacionalista aristocrática”. Literaria, en hombres como Manuel Gálvez con El diario de Gabriel Quiroga, de choque en grupos de civiles armados como la Guardia Blanca, germen de la futura Liga Patriótica en  los ’20.  
“Incomodan a los criollos de pura cepa las nuevas ideas; incomoda la preponderancia que el elemento obrero, extranjero o de estirpe extranjera, pero argentino de alma, toma en la vida pública. Siempre ha sido mirada de muy malos ojos toda manifestación obrera, que significa extranjera” (Roberto Giusti, Nosotros Nº 26, febrero de 1910).[2]
Pesadilla, de Pinnie Wald exige ser interpretado bajo esta clave. Wald vive en carne propia el irracional y violento ataque a judíos en el barrio de Once durante la Semana Trágica.  En su relato Buenos Aires es presa de un estado de desorden extremo, un desajuste de lo real provocado por la pérdida de elementos de referencia del contexto. ¿Qué inspira a  un semejante a llevar a cabo una aberración de tal magnitud ? Precisamente el no ser considerado como tal, sino como un elemento amenazante: “Yo era el objeto de lo desconocido y, por lo tanto,  de lo  temido y peligroso. Yo era el otro, el extranjero, el innombrable, el distinto".[3] El terror inducido por las fuerzas del orden y los “niños bien” aglutinados en la Guardia Blanca durante el pogrom no fue espontaneo, su base fue la yuxtaposición de  xenofobia y conflicto de clases. El blanco de la violencia fue el judío de clase baja.[4] Wald,  encarcelado por el delito de ser el “Presidente del Soviet en la argentina a cargo de un complot maximalista”, fue militante y miembro activo del movimiento obrero. En enero de 1907 había fundado la Organización Socialista Democrática Judía Avangard Bundista y era jefe de redacción de su revista, Der Avangard, escrita en idisch, suficiente para ser considerado subversivo para la inteligencia policial de la época.
En ese mundo de representaciones, el  judío de clase baja materializó la alteridad en su máxima expresión en términos de hábitos y prácticas, transformándose en una autentica amenaza para el ser nacional: “Más salvajes aún resultaron ser las manifestaciones de los “niños bien” traídos por la tormenta. Bajo los gritos de “¡Muerte a los judíos! ¡Muerte a los extranjeros maximalistas!”, celebran orgías y actúan de una manera refinada, sádica, torturando a los transeúntes. He aquí que detienen a un judío y, después de los primeros golpes, de su boca mana sangre en abundancia. En esta situación le ordenan cantar el Himno Nacional. No puede hacerlo y lo matan en el mismo lugar”. [5]





[1] Viñas, D., Literatura argentina y política. Tomo II  De Lugones a Walsh  págs. 89-94.  Santiago Arcos Editor, Buenos Aires, 2005.
[3][2] Ibíd.  pág. 93.
[3] Wald, P., Pesadilla .Una novela de la Semana Trágica, págs. 66.  Rosario, Ameghino, Buenos Aires, 1998.
[4] Szwarcbart, H.,  Un pogrom en Buenos Aires,  3 al 15 de abril, 2007. 9no. Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI).
[5] Wald, P., op. cit.  págs. 22-23 .

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