sábado, 12 de noviembre de 2011

Alpargatas y libros


En términos políticos, el 17 de octubre de 1945 fue un punto de inflexión entre dos épocas. A partir de allí emergió “una nueva forma de entender la política” cuyos resabios perduran hasta nuestros días. Sin embargo, el peronismo fue más que eso.  Ha calado tan hondo en la mentalidad colectiva que no se puede entender el siglo XX en la Argentina si no se echa mano a ese momento crucial de la historia. Como fenómeno cultural, amplificó y puso en evidencia la tensión de ciertos significados por prevalecer en la narración de la realidad. En este sentido, la historia fue campo fértil de argumentos y construcciones que buscaban explicar la “raíz del mal” o “la realización de un pueblo”, según las adhesiones políticas que correspondan.


El estado peronista fue la expresión del estado de bienestar “a la argentina”.  Desde su raigambre populista, supo desarrollar políticas que posibilitaron la extensión de derechos sociales y el pleno empleo. De este modo, las capas bajas de la sociedad comenzaron a ocupar espacios antes vedados por sus posibilidades socioeconómicas. Esta “irrupción” marcó un trastrocamiento de lugares semánticamente asimilados como propios por algunos sectores, sobre todo de clase media. El sentimiento de “invasión” se verificó en la elaboración de una realidad signada por la  inseguridad, y se expresó en numerosas producciones intelectuales cuyas argumentaciones intentaron develar “la raíz del mal”.
Alpargatas y libros en la historia argentina gira en torno a esta preocupación. Américo Ghioldi (con menos vuelo que Ezequiel Martínez Estrada) entendió que la lucha librada con el surgimiento del peronismo es por la libertad, “democracia o fascismo” con su correlato “en el gran dilema argentino”, “civilización y barbarie”. La dicotomía sarmientina recobra vitalidad conceptual enfrentando el desafío de explicar los “miedos argentinos”. Desde esta perspectiva, el pasado se filtra en el presente adoptando nuevas formas y configurando una serie de invariantes históricas.
Así, el estado peronista es la barbarie hecha sistema, y el pueblo, sumido en la ignorancia y el miedo un “instrumento de la dictadura”. Las fuerzas del progreso, la libertad y la democracia se verían neutralizas por este pueblo carente de conciencia, que fanatizado e inseguro, no abandona su “vitalidad primitiva”, la animalidad del gaucho, tierra fértil para el surgimiento de la dictadura y el fascismo.  Un volver continuo a los gauchiprotectores.  La espada de Caseros no ha podido cortar el nudo.
Se podría iniciar la genealogía política de la alpargata con su utilización como recurso electoralista por el radical José Néstor “el gauchito” Lencinas en Mendoza. Más tarde, tras el proceso migratorio hacia centros urbanos ocasionado por el paro en el campo en los años ’30, la alpargata, calzado utilizado en el trabajo rural, devino en símbolo obrero. Se dice que en las primeras manifestaciones de estudiantes antiperonistas prevalecía el cántico ¡Abajo la dictadura de las alpargatas! , y que este tuvo su correspondencia en las movilizaciones obreras con el ¡Alpargatas si, libros no!
Con Ghioldi, la alpargata sumó un nuevo significado político como alegoría de la ausencia de conciencia de clase y de inmadurez política, “cuyas consecuencias se evidencian en la incapacidad industrial, el retraso económico y la pérdida de libertad”. El libro pasaría a ser el antídoto contra “la montonera” dotando al pueblo de conciencia, completándolo como sujeto político.
Si bien, a casi más de sesenta a años, Alpargatas y libros manifiesta sus límites como modelo de análisis social, continúa siendo una fuente sumamente rica si se tiene en cuenta  el sentir de buena parte de la sociedad frente al fenómeno peronista en sus orígenes. Sus líneas disparan cantidad de interrogantes que exceden el alcance de esta presentación, sin embargo hay una pregunta obligada que abre la discusión de nuestro eje ¿Por qué para Ghioldi el peronismo es la expresión de las masas ignorantes apartadas del modelo cultural que se tenía por clase obrera? Rápidamente se podría contraponer este pensamiento exponiendo las diferentes producciones culturales del período: la apertura del Teatro Colón a los sectores populares, la creación de la Orquesta Sinfónica Nacional, el fuerte desarrollo de la música popular como el tango, el folklore o la música festiva de las orquestas características; también fue activa la actividad intelectual que se expresó en la coexistencia de un paisaje amplio y heterogéneo de revistas académicas como Sur y Contorno, entre otras. Por otra parte, el desarrollo en el campo educativo se manifestó, por ejemplo, en el aumento de la matricula en la escuela secundaria y el desarrollo de la enseñanza técnica. El estado peronista logró subvertir el orden rompiendo con el  modelo por el cual una minoría era creadora (elite ilustrada) y una mayoría asimiladora de sus producciones hegemónicas. Reguló su transmisión estableciendo condiciones para la  integración de sectores populares en la creación de producciones culturales. Podríamos seguir enumerando expresiones de desarrollo cultural para clausurar las argumentaciones de Ghioldi pero no es ese el objetivo. La cuestión radica en descubrir él porque surge este modelo de análisis que explica al peronismo como la expresión autoritaria de una masa ignorante. La hipótesis es que en el fondo Alpargatas y libros expresa el malestar de las agrupaciones de izquierda por su fracaso frente al peronismo en su afán de transformarse en vanguardia del movimiento obrero. Esta estrechez  se plasmó en  la ausencia de un examen a sus hombres y sus estructuras al depositar el peso de la derrota en las masas, “que de haber desarrollado conciencia (gracias a los libros) no hubieran propiciado el surgimiento del peronismo”.
Se entraría en un terreno pantanoso si se abordara la presencia/ausencia de conciencia de clase en los orígenes del peronismo. Producciones como El ‘45 de Félix Luna describen el alto grado de autonomía de la clase obrera durante las jornadas de octubre.[1] El surgimiento del liderazgo de Perón quedó ligado intrínsecamente a la intervención de los trabajadores. Sellado el pacto tácito, el estado peronista buscó por todos los medios  institucionalizar e integrar dicha autonomía, yendo al grano, neutralizar el conflicto de clases. El paradigmático estudio de Daniel James contribuyó a enriquecer esta perspectiva de clase desde un análisis cultural de los sucesos de octubre. En este sentido, estos abrieron una disputa simbólica contra significados e instituciones hegemónicas. La burla, el clima festivo y lo carnavalesco, de la movilización respondieron a lo que en antropología se denomina “iconoclasia laica”, que se corresponde a la idea de “contra-teatro” de Edward Thompson, como bien explica el historiador. La misma  involucra la destrucción pública y ritual de jerarquías sociales despojándolas de su poder simbólico. James afirma que “forma parte de ello el desprecio de los códigos de la indumentaria, manifestado en la ostentación de vestimentas extravagantes o simplemente el uso de ropa de trabajo (las alpargatas y las bombachas de los hombres de campo) en un medio que no era ni el lugar de trabajo ni el barrio”.[2] Según el periódico La Vanguardia las multitudes movilizadas distaban mucho del comportamiento admitido para la clase obrera “una horda, de una mascarada, de una balumba, que a veces degeneraba en murga”. Este enfoque sobre el 17 de octubre permite afirmar que la movilización, los hábitos, los rituales y la disputa simbólica llevaron a los trabajadores a constituirse como clase. La alpargata finalmente adquirió conciencia. La situación no pudo prolongarse más allá de octubre. Una vez en el poder, Perón construyó un movimiento basado en la justicia social, pero por sobretodo, en la conciliación de clases neutralizando la autonomía del movimiento obrero.





[1]Luna F., El ’45, Hyspamérica, Buenos Aires, 1984.
[2] James, D., 17 y 18 de octubre de 1945: el peronismo, la protesta de masas y la clase obrera argentina, Desarrollo Económico, Vol. 27, Nº 107, octubre-diciembre 1987.

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