jueves, 26 de enero de 2012

Intermitencias y mutaciones en la idea de revolución. La génesis de una subjetividad revolucionaria peronista

La revista Contorno nació a partir de la inquietud de algunos jóvenes intelectuales de izquierda por el estudio de la cultura nacional, y especificamente el peronismo. Brindó una nueva forma de analizar el fenómeno en su profunda dimensión, entendiéndolo como un periodo de transformaciones que atravesaron transversalmente a la totalidad de la sociedad, que no solo no han reformulado su status quo, sino que le otorgaron vitalidad posibilitando su continuidad. Desde esta perspectiva, la publicación se diferenció marcadamente del resto del mundo intelectual empeñado en develar el “intrincado simulacro” de una época signada por la mentira y la “puesta en escena”
Este esfuerzo por “comprender” elementos complejos sin reduccionismos significó también entrar en conflicto con el marco referencial hasta allí predominate. Si hubo algo distintivo en el grupo. fue sin dudas la renovación en los estudios de la producción cultural nacional y la centralidad del enfoque de clase, compromiso ideológica y prisma con que se observó la época.
Los paradigmáticos números 7 y 8 de julio de 1956 expresaron los elementos  centrales de esta formulación. AllíIsmael Viñas con Miedos, complejos y malos entendidos[1] sugiere que las transformaciones durante el decenio peronista no presentaron un contenido revolucionario, por el contrario, lo interrumpieron "normalizando" la sustancia vital movilizadora de las jornadas de 1945. Sin embargo, las circunstancias políticas marcaron ciertos limites que no dejaron completar del todo este "desvío". En efecto, Perón nunca pudo prescindir de la capacidad movilizadora de la clase obrera, por el contrario, la fallida alianza de clases lo hizo depender cada vez más de este factor. De esta forma, debió interpelar  a este sector durante todo el decenio sin abandonar el léxico propio del mito de origen, manteniendo vivas palabras y postulados revolucionarios, al menos discursivamente. Es en este impedimento que el grupo Contorno descubrió el mayor aporte que el peronismo hizo a  la clase obrera, formulando un aprendizaje necesario para un futuro de liberación.  

¿Desvío momentáneo o ambigüedad intrínseca?

Viñas entiende al peronismo como una puesta en escena. Podría aparentar un punto de confluencia con Borges y sus colegas de la revista Sur,  aunque las diferencias son marcadas en cuanto al relato de su génesis y su devenir. Siguiendo su razonamiento, el 17 de Octubre fue el momento donde los trabajadores se constituyeron en clase descubriendo su propia subjetividad. Así, alejados de aquel “virtuosismo revolucionario burgués” bastión de las agrupaciones de izquierda, la clase trabajadora adoptó rasgos originales producidos por su propia experiencia[2]. Sin embargo, las gloriosas jornadas contenían su propio certificado de defunción. Aquella fecunda masa se dio para sí una forma de liderazgo que al institucionalizarse, buscó "corregir" su contenido revolucionario y desvió aquello que pudo ser. La epopeya obrera terminó por ser la consolidación de un movimiento que neutralizó el conflicto de clases y mitificó la figura de su líder. En este sentido, la justicia social y la integración de sectores populares a la producción y consumo de bienes no establecieron para Viñas cambios estructurales, ya que se inscribieron en un plano pequeño burgués de individualismo y riqueza personal. Así, "el peronismo ha sido un malentendído más en la historia argentina, que una y otra vez hace prevalecer el interés sectorial por el bienestar general”. Éste “artificio burgués” devolvió a la Argentina y a los sectores obreros a las condiciones previas a 1943 y Perón con su política redistributiva no hizo más que extraviar el destino revolucionario de la clase trabajadora.  Las transformaciones culturales del periodo, es decir, el nuevo estilo de vida despojado de seriedad e inhibiciones producto del ascenso y la presión de las clases populares estarían inscriptas para Viñas, dentro de  un proceso global a nivel mundial el cual Perón supo leer y se sirvió de sus beneficios.
Si en Miedos, complejos y malos entendidos Perón apartó al pueblo de la revolución ¿ la posterior aparición de un discurso clasista entre sus militantes fue en realidad un resabio anterior? ¿o es que la doctrina manteniendo oculta la contradicción irresuelta entre la idea de alianza con las relaciones de producción en las fábricas posibilitó abrir una hendija para su activación durante los ´60?    
El historiador Daniel James explica que a partir de la Resistencia se originó una forma particular de subjetividad militante en la dirigencia obrera de base caracterizada por la resignificación de los ideales tradicionales del discurso peronista (justicia social y  armonía de clases) y el surgimiento de un “contradiscurso” clasista derivado de carencias morales y del malestar vivenciado en las fabricas o talleres (huelgas, sabotajes) donde la doctrina peronista no ofrecía respuestas.[3] Lejos de una fusión, estos elementos se hallaban en tensión. La Resistencia generó una estructura de sentimiento específica conformada a partir de de la convivencia de significados y valores tal como se los vivió y sintió, una subjetividad elaborada de orgullo, angustia, solidaridad y poder de clase.
El conflicto directo contra el sector empresario y la represión estatal durante esos años  generaron valores y opciones morales derivados de la experiencia concreta en las fábricas. Es lo que recoge  la “realidad-ficción” ¿Quién mató a Rosendo? de Rodolfo Walsh, disparando una serie de significados que circularon en tiempos de la Resistencia cuya lectura establecen un contrapunto con las ideas de Viñas. Son las biografías de Raimundo, Zalazar, Granato y el mismo Blajaquis que nos transmiten la marca de una época idealizada construida a partir de la apropiación selectiva de elementos incorporados a un ideal de sociedad futura latiendo en los delegados de las fábricas, lejos de la burocracia sindical. En aquel limbo temporal se configuraron nuevos significantes que han atravesado la cultura nacional hasta llegar a nuestros días. Peronistas, hombres de acción, entendidos en huelgas, “caños” y sabotajes, alojaron una rara coexistencia de ideología y conciencia práctica. Para ellos, hubo un tiempo en el que la revolución bajo de su torre de marfil para ensuciarse con la grasa de las maquinas, conviviendo en conflicto con otro elemento ideológico central del movimiento peronista: la armonía de clases. Lejos de pensar esta relación como una incongruencia, entendemos que ha sido la manera específica de una apropiación adoptada a partir de las condiciones existentes y tal como ellas fueron experimentadas.
Las letras y la fábrica fueron fuente de una subjetividad revolucionaria. Dos ámbitos distintos, por lo general contrapuestos, pero para el caso analizado confluyendo, desde una generación de intelectuales críticos de izquierda y las bases obreras peronistas.















[1] Viñas Ismael 1956:  Miedos, complejos y malosentendidos  en Contorno Nº 7/8
[2] Para Raymond Williams, la estructura de sentimiento es una hipótesis cultural que permite leer estrategias simbólicas y de representación a partir de la forma en que fueron vividas, experimentadas. En Williams, R., Marxismo y Literatura, pág. 132. Las Cuarenta, Buenos Aires 2009.
[3] James, D., Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina 1946-1976. Siglo XXI, Buenos Aires 2006.

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